domingo, 24 de julio de 2011

LA EKIS MARCA EL LUGAR

 

“Divenire” Ludovico Einaudi

Sí intentas aterrizar en la superficie de un planeta con una trayectoria demasiado plana pueden ocurrir dos cosas. Que te quedes varado en una órbita perpetua, o que rebotes como una piedra sobre un estanque y te pierdas en el infinito. En ambos casos, el viaje continúa y el tiempo se detiene. No importa mucho porque, en efecto, el tiempo no existe y el movimiento es inexorable.

Cuando sales del espacio-tiempo desde el Oriente Celeste no dominas ni la velocidad terminal, ni el ángulo de entrada. Sólo haces lo que puedes. La dichosa ansia de control mató al Major Tom. Me hubiera gustado amerizar en esa superficie. O al menos quedarme en órbita geoestacionaria sobre mi destino. Contemplándola desde una cálida distancia. Pero lo único que está a mi alcance es una elipse geosincrónica. Aún así, me encanta esta palabreja, significa que tu curva y la de tu asteroide preferido están unidas por un arco emocional que te aleja en tus inviernos y se acerca en sus veranos. Estaciones cósmicas donde no hay rumbos.

Sin embargo, creo hallarme en una espiral que me devolverá, a la larga, de nuevo al exterior. El impacto fue leve en su primer instante. Un escalofrío de martes por la mañana. De manera imperceptible, la barrena invertida se adueño de este horizonte inmenso. En el espacio, las velocidades son difíciles de calcular. No hay referencias y todo va demasiado deprisa o demasiado lento. Esperaba una colisión demoledora. Una supernova bella y letal. Sin embargo ha sido como un codazo en el autobús, uno de esos que te desequilibran el resto del día. Ahora contemplo el único rastro del evento. Una diminuta fractura en el visor de mi casco. Una cicatriz en aspa que indica donde se cruzan los caminos… o donde se separan. Ante mis ojos, una equis marca el lugar.

Ahora tengo un puñado enorme de momentos fugaces para meditar sobre el significado de esa x. Hay un montón de ellas por ahí. Como en 2001, todo está lleno de estrellas. Y desde aquí, las x y los luceros se parecen mucho. La antepenúltima letra del alfabeto ronda por el Universo a sus anchas. Mucha recompensa para la tercera por la cola. Habita en eso que los antropólogos culturales llaman no-lugares. Parajes que no tienen suficiente relevancia en sí mismos o, en su defecto, lo que acontece en ellos tampoco se la otorga. Marc Augé enumera autopistas, supermercados, hoteles y aeropuertos como ejemplos de zulos despersonalizados donde nada ocurre, o la nimiedad de lo acaecido los hace invisibles. Partidas, llegadas, descuentos, servicio de habitaciones, peajes, desvíos, embarques, extravíos, rutas, reservas, luces frías. Demasiada carga alegórica para que pierdan nuestra estima. No estoy de acuerdo, apreciado Marc. Un accidente existencial en una parada de taxis no es un no-lugar. Es un enigma. Una gran x. Y es el misterio el que parece mover todo el cotarro.

X. La incógnita de la ecuación. Ésa que tanta guerra daba en el bachillerato unificado polivalente. Números por todas partes y la interrogante letrita haciendo de las suyas. Siempre buscando un resultado para saber su verdadero valor. Nulo o inmenso. ¿Qué te da? susurrabas en el pupitre. Podía darte nada o quitarte todo. Siempre tendía a cero cuando habías anotado infinito. Infinito que tiene como icono otra equis que parece cerrase sobre sí misma en un sinfín permanente. Yo me la jugué a que tendería a cero pero ha salido que tiende a este infinito porque olvidé que las personas son como los números. Irracionales, positivos, enteros, primos, impares, perfectos… naturales.

Muy a pesar nuestro, nuestra amiga tiene sus propias amistades. Doña Constante y Doña Variable han salido a pasear por el parque. La primera tiene un efecto multiplicador sobre la segunda, y ya sabéis que signo es el de multiplicar. Cuando ese símbolo aparece, la incógnita adopta trazos caligráficos, como dos c cóncavo-convexas. Una Luna y su Eclipse. En ocasiones la constante es cero. Si la divide volvemos a que las cosas huyan al infinito. Conocer tu constante puede ayudar a descubrir el resultado de x. Te lleve donde te lleve. Yes, Brotha, como diría Desmond. En realidad el Lostie escocés usaría una expresión arcaizante en inglés pero hoy no es pertinente… o no me atrevo.

Lo más gracioso del álgebra es que cuando le das un valor correcto, funcional y absoluto a la incógnita, ésta se convierte, según los manuales matemáticos, en… “identidad”. ¡Toma ya! Al final va a ser que no saber quién eres es una cuestión de calculadora. Supongo que por eso Descartes era filósofo y matemático a un tiempo. Inventor de sus coordenadas cartesianas para situar a cualquiera en su lugar en el orbe. Por si no lo sabes tu eje de abcisa se representa con la x. Y tu posición ortogonal tiene su punto de partida en una coordenada del plano euclidiano. De coña. Suena a Paraíso de pintura surrealista. Los secretos vitales de la geometría analítica. Computo ergo sum.

Pero hay x de otras clases. A todas les une un halo de misterio. O de sarcasmo. La señal de tráfico con una de ellas indica “peligro desconocido”. ¡Hay que joderse! ¿Peligro desconocido? Mi querida DGT, si desconoces la calidad de la amenaza ¿cómo sabes que existe realmente? En fin, esto de poner en duda la inexistencia de la propia x es la norma. Astrónomos muy sesudos llevan décadas buscando el Planeta X. Hace tiempo pensaron que era Plutón cuando descubrieron su presencia. Pero, claro, el Planeta X no podía tener nombre, para eso es X ¿no? Y si no lo vemos, tanto mejor. No hay pruebas fehacientes, pero la teoría reza que Plutón no tiene la masa necesaria para crear las alteraciones  en el campo gravitatorio que sufre su vecino Neptuno, así que debe de haber otro cuerpo estelar oculto mareando la perdiz con esas ecuaciones llenas de variables. A mi humilde sentir, lo de que la gravedad de uno se vea perturbada y/o mangoneada por un objeto errante desconocido me parece una delicia. Es como decirlo todo y no decir nada. Me encanta y no estoy ironizando. Soy un romántico.

Por otro lado, la posesión del cromosoma X diferencia a los fetos en futuros chicos o chicas. El par veintitrés en concreto. Doble XX y conjugarás los verbos reflexivos en femenino. Es el cromosoma más grande de todos y tiene forma de… x. Y aunque sabemos del efecto de su presencia. En realidad desconocemos su verdadera función. De nuevo en territorio desconocido. El mapa del genoma humano tiene un gran espacio en blanco como los mapas de África del siglo XIX. Por alusiones, sólo los romanos tenían una idea clara del valor de la letrita. Luego vinieron los bárbaros y los templos de Minerva se convirtieron en establos. A todo esto, los espermatozoides viajan a una velocidad de eyección de cuarenta y cinco kilómetros x hora y en manadas de unos doscientos x mil. Mucha tela para un espacio confinado. Y luego, algunos pretenden que no nos pasemos la vida con esa sensación de inercia no deseada que tienes en el metro cuando el vagón no se decide a frenar del todo.

La “Mujer X” es un fósil de homínido que aunque vivía entre neandertales y sapiens, se desconoce su verdadero linaje. Sólo tiene conexiones morfológicas con los actuales habitantes de Papúa Nueva Guinea que como localización “en medio de ninguna parte” va que ni pintado. Además creo que no hay ningún país cuyo nombre comience por x. Sólo los de fantasía.

Según el diccionario RAE una de las acepciones de x es la del signo que se emplea en lugar de un nombre que no se puede decir o no se quiere decir. Nuestras vidas sociales e íntimas están llenas de Señores X. Hombres del saco, agentes de bolsa, mataharis privadas y espías del KGB. En dicho diccionario hay 161.692 acepciones de lema. Entradas, vaya. De las cuales sólo 29 empiezan por x. Un exiguo 0,0179 del total. Si fueran respuestas a x número de preguntas, podríamos decir que también tienden a cero. Creo que en la vida estamos en esa misma página del dichoso diccionario. Por si fuera poco, esas 29 solitarias son de uso, digamos, improbable. Arcanos generalmente relacionados con enfermedades. “Xantoma” que es una cosa chunga de la piel. “Xeroftalmia” que es una cosa chunga de los ojos. “Xerografía” que es una cosa chunga de las fotocopiadoras. Y “Xenofobia” que es una cosa chunga del corazón. ¿O era del cerebro? Bueno, “cazurrismo puro”, eso. Es la misma afección por la cuál los X-Men se sienten desplazados en una sociedad que dice temerles por diferentes. Esto es una metáfora de algo, ¿verdad?

En los cómics tener los ojos en forma de x significa que te han dado la del pulpo. Y en los emoticonos que te partes de risa hasta perder el sentido. Las x entre los exabruptos e improperios al estilo bachi-bozouks o bebesinsed del Capitán Haddock sustituyen a tacos de calibre demasiado gordo para la supuesta literatura infantil. Esos mismos tebeos plantan tres equis en los explosivos marca ACME y en las botellas de alto contenido etílico. Igual que la carga erótica de los temas que aparecen en los ciento sesenta millones de resultados si buscas x en Google.

Algunos dicen pertenecer a la “Generación X”. El artículo de Wiki al respecto no tiene desperdicio. Muy recomendable como terapia, y es gratis. También según Wiki, la generación precedente es la “Y”. Lógica aplastante. He preguntado a mis Aitas cuál es su letra. No les ha hecho mucha gracia. Otros dicen que el Gobierno niega todo conocimiento pero que oculta algo en “Expedientes X”  y que la Verdad está ahí fuera. Elemental, Querido Mulder.

Una x en un recuadro naranja es la advertencia de que el contenido de esa botella es altamente tóxico (que contiene la x, ¡pasapalabra!). Deberían vender camisetas con ese logo. Yo las compraría. Para regalar.

El botón x de la playstation es el más molón. De hecho, es el pulsador play de la play. Y es el que oprimes (nunca mejor dicho) cuando quieres volver a reiniciar en ese punto que no puedes superar, y en el que siempre acabas muerto. Game over, over, over and over.

El miércoles es la x de la semana. Un día en el que no sabes lo qué va a pasar. Igual que los otros seis, pero así todo el asunto cuadra. La x también representa la reactancia, pero esto es demasiado freak (leído freac, plís) hasta para mí. Estoy seguro de que es una virtud de la que disfrutamos a manos llenas.

La “Materia X” es también conocida como materia oscura o antimateria. Agujeros negros de subnivel atómico que anegan y devoran todo lo que pillan a su paso. Científicos de toda calaña dudan de su existencia y ubicación. Yo sé dónde está. En las páginas de economía de los diarios. La llaman “mercados”.

El único elemento de la tabla periódica que comienza por x es el Xenón. Sirve para confeccionar emisores de luz. Faros para berlinas germanas muy pijas. Y también es el elemento principal para obtener fuentes de una cosa llamada luz coherente que a estas alturas de mi desvarío es irresistiblemente atractivo. En concreto se llama así porque tiene dos manifestaciones claras y luminosas. Su coherencia espacial y temporal. He salido a buscarlo a la droguería. No tienen.

En un teclado informático el intento de controlar la x, es decir el comando “ctrl. x” es nocivo y azaroso en grado sumo porque te aboca a la destrucción de lo anteriormente escrito. Delete me.  De hecho lo comprobé y ésta es la segunda vez que redacto esto. En algunos programas, teclear tres veces esta acción es como llamar a Candyman el mismo número de veces. La perdición digital absoluta.

En el alfabeto de señales náuticas, la bandera x  significa “suspenda lo que está haciendo y atienda a mis órdenes”. Hay un tipo en la azotea de enfrente haciéndome esa señal. Ni caso. Las otras dos enseñas del reglamento marítimo que tienen una aspa en su diseño son la m “mi barco está parado y sin arrancada” y la v “necesito auxilio”. Todas me gustan. En el código internacional de comunicaciones x es x-ray, por rayos-x, esos que te atraviesan para ver lo que te anda mal en la bodega y no lo sabes.

Por supuesto, la x es una devota adicta de los mapas. Esos donde líneas de x separan a los países enfrentados, como un ideograma de alambradas. Su observación despliega sentimientos de beligerancia retroalimentada. No es raro, cuando nos enfrentamos a un ataque o no queremos que se metan en nuestras vidas, cruzamos los brazos sobre el pecho en una x anatómica-forense. En los mapas del tesoro del pirata Pata Palo, que come pulpo crudo y bebe agua del mar, hay siempre una x gorda marcando el lugar donde hay que cavar. Un emplazamiento que puede estar condicionado por variables o constantes que son una memez manifiesta como que Alejandreta es la actual ciudad turca de Iskenderun. Y sino que se lo pregunten a Indy.

Todos estos lugares implican un nivel de ignorancia y/o torpeza que nos reconforta porque estar en Babia mola. Sin embargo, algunos estampan la temida letrita junto a un aviso de “usted está aquí”. Pictografías que te informan con icónica soberbia de tu lugar en el mundo. Una estación de metro con demasiadas salidas. Salidas que son, a su vez, entradas. Un detalle que nuestra aspa olvida con desparpajo. Lo del “aquí” tiene su miga esquizo-temporal. Puede ir acompañado de un “hasta” para convertirse en un “hasta aquí”. Sinónimo de un “aquí y ahora” que en realidad no es ningún lugar sino un momentazo catastrófico donde el horizonte imaginado se rompe en pedacitos por efecto de cualquier implosión emocional. Llámese esquina cualquiera. Llámalo x. Una frontera de lo que pudo ser y no fue. Un paisaje en escaparate que contemplas a la velocidad de un tren-bala. Y sin embargo no te has perdido detalle. Conciencia total de lo ocurrido sin filtro de protección intelectual alguno. Radiado y en pelotas. Todo entra hasta la cocina. Un ejemplo de ello que me encanta es la historia de Marvin Gaye. El negrazo cantante de soul. Tuvo una vida muy turbulenta. Tifones que su mujer aguanto durante años hasta que le planto una línea de x al final de un acuerdo de separación para que firmara. En dicho documento, se establecía la entrega de los beneficios íntegros del siguiente LP del músico a su excónyuge como resarcimiento económico. Marvin se metió en el estudio de grabación con la voluntad de crear el disco más ramplón y despersonalizado posible, para dar cuenta de lo poco que el asunto del abandono le importaba y de su mezquindad voluntaria. No se sabe qué ocurrió dentro. Quizás el micro, la soledad y las paredes acolchadas fueran demasiado para él. Pero lo que salió de ese crisol sónico fue una preciosa y salvaje historia de un amor. Un largo poema tejido con ternura alucinada. Lo tituló “Here, My Dear”. Aquí está... lo que fuimos... Cariño. Entre esas treinta y tres revoluciones. Dicen que ella lloró de amor y  amargura ante el relato de lo suyo. Luego volvió  a denunciar a Gaye por airear sus trapos sucios en una obra monumental e indiscreta. Un "Aquí y Ahora" muy gordo. Una gran X, sí señor. El resto de la vida de Mister Sexual Healing fue agridulce o decididamente turbia. Hasta que le mato su propio padre de dos disparos con una pistola que el mismo le había regalado y… en defensa propia. No creo que se pueda contar cosa peor de cualquiera. Moraleja, ni idea… ¿x?

Como hemos podido comprobar, la x siempre va de la mano del secreto, con todo su desasosiego y esperanza en el futuro imperfecto. Y creo que la única manera de lidiar con estos dilemas imposibles es abandonar la manía de ir por esos caminos despejando incógnitas. Forzando los resultados. Hallando respuestas lógicas donde nunca las hubo. Dejar que la x se convierta en las alas de una mariposa, y que su efecto mueva ese satélite de allá abajo sin que yo tenga que hacer nada. Me gustaría poder marcar con un icono de toxicidad todos los aspectos de nuestras vidas que no necesitamos. Me gustaría que la antimateria se autodestruyera y dejara de chingarse nuestras vidas. Me gustaría que los mutantes X tuvieran un lugar bajo el sol como todos los demás. Me gustaría que Descartes estuviera equivocado y que sus puñeteras coordenadas no sirviesen para encontrarse la mano izquierda. Me gustaría que alguien me dijera donde no está esa x, para esperar allí cada atardecer y  que el “aquí” y el “ahora” tengan, por una vez, un no-lugar donde encontrarlos. Me gustaría que el Planeta X se mostrara porque, aunque inalcanzable ahora, podría afectar de manera diferente a mi gravedad, o yo a la suya... para variar. Tantas cosas. X cosas. ¡Ah!... Y la Paz Mundial, que creo que se consigue con no sé qué de un masaje en los pies por cabeza y a diario para todo quisqui… o algo así.

Me gustaría que al final sólo quedara una equis sobre este pergamino gastado. La divisa de un beso. ”Beso” en inglés y “equis” tienen el mismo origen. Mejor dicho “kiss” se refiere a la equis. En la Baja Edad Media (en realidad no sé sí era la Alta o la Baja, pero el detalle me queda de rechupete), el personal que no sabía escribir, firmaba con una torpe aspa los legajos que refrendaban su matrimonio, los límites de sus tierras o su esclavitud. Acto seguido los rubricaban con un sonoro beso. Cyssan en antiguo sajón y Kiss on después. Sobre la equis. Esa que marca el instante cuando el destino nos echa mano. Ese paraje al que queremos ir casi siempre. Nuestro íntimo mapa del mundo. Por eso escribimos largos tramos de x al final de estas misivas electrónicas. Muxus virtuales que a nuestros labios les saben a  tan poco, porque acostumbran a sustituir caricias que se nos han despistado.

En griego clásico la equis se lee “chi”. No tienen ninguna coincidencia pero ahora se me antoja que suena como el "Chi". El concepto de la fuerza vital en la tradición china. Su traducción literal es “aliento”. Ese que debería ser capaz de medir la distancia máxima  del espacio entre nosotros. Es desconcertante haber hecho ese largo viaje para quedarme suspendido a tan poca distancia de tu edén. En la órbita de tan sólo un suspiro. Pero la equis trazada en el plexiglás ha quedado del otro lado de esta ridícula escafandra de cosmonauta. En el helado vacío. Tan remota. Tan cercana. Como sólo pueden serlo nuestras incógnitas. Esas que no quiero desvelar, porque no puedo.

Una equis sigue marcando el lugar.

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a.

1 comentario:

  1. Y yo pensaba que sabía escribir un poquito... Qué grande eres Alberto. Espero que lo del accidente sea sólo un recurso estilístico.
    Un abrazo, hasta la próxima entrada.
    David

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